EL ÚLTIMO BANDOLERO DE MOTRIL



JOSÉ TERRÓN, EL ÚLTIMO BANDOLERO MOTRILEÑO

                                                  Manuel Domínguez García

Uno de los males más acuciantes de la sociedad española entre los siglos XVIII y XIX fue sin duda el del bandolerismo, especialmente en regiones como Andalucía, Castilla o Cataluña. Hombres que por diversos motivos, ya fuera por haber robado, asesinado o simplemente por pobreza, vivían apartados de la ley, lejos de los pueblos y sobreviviendo mediante robos, secuestros, extorsiones y otros delitos. En caso de ser capturados, en muy pocas ocasiones lograban escapar de una condena a muerte.
En el siglo XIX tuvo lugar el apogeo de este tipo de delincuencia, surgida de las partidas de guerrilleros de la época del Guerra de Independencia que al terminar se encontraron sin poderse asimilar al ejército regular, de los soldados de la época de la Guerras Carlistas o de individuos, cuadrillas o gavillas de delincuentes comunes. Algunos autores dan tres motivos por los que se dio el bandolerismo en Andalucía: el atraso e incultura del pueblo llano, el abandono por parte de las autoridades a la hora de reprimir esas actitudes marginales y la enorme distancia entre clases sociales. El fin del bandolerismo andaluz se dio a fines del siglo XIX y en los primeros años del XX, en parte debido a la aparición del telégrafo y el ferrocarril y a la presión que sobre ellos ejerció la Guardia Civil mediante una demasiado amplia interpretación de la ley de fugas.
Históricamente Motril fue una ciudad violenta, seguramente porque al ser frontera de un África hostil obligó a sus vecinos estar contantemente armados, la necesidad de tener siempre gente de guerra acostumbrados a la brutalidad y a los numerosos trabajadores que todos los años acudían a cortar la caña, gentes de duro vivir y que no solían solucionar su problemas en los juzgados. Basta repasar la prensa del siglo XIX para darnos cuenta del gran número de delitos de sangre que ocurrían en nuestra ciudad, donde era normal que todos los años hubiese algunos asesinatos y homicidios. Una ciudad de 16.000 en el último tercio del siglo XIX y que contaba con una pequeña oligarquía enriquecida gracias al algodón o al azúcar, una escasa clase media y una gran mayoría de trabajadores con sueldos míseros y condiciones de vida muy duras.
En este contexto y en esos años del siglo XIX vive en Motril José Terrón Cortes, joven apuesto de unos 20 años de edad perteneciente a una familia muy conocida de clase media y que estaba colocado de aprendiz con la familia de comerciantes Real y Herrera en cuya casa vivía desde niño.
La noche del 18 de agosto de 1871 los dos hermanos Real y Herrera, Francisco y Antonio, salieron de su domicilio al principio de la calle San Roque para ir al casino y festejar los 2.000 duros que habían ganado con la venta de una partida de algodón, dejando en casa a su hermana y una criada, colocando en la escalera un velón encendido y dando tres vueltas a la llave de la puerta principal.
Cuando volvieron del casino a filo de la medianoche notaron que la puerta se abría a la primera vuelta de llave y que la vela de las escaleras estaba apagada, al entrar en la casa se vieron sorprendidos por cuatro hombres, tres de ellos enmascarados, que los acometieron puñal en mano, arrojando al suelo a Antonio y maniatando a Francisco. Este suplicó a los bandidos a grandes voces que no lo matasen y uno de los asaltantes, para que se callase, le metió en la boca una caja de fósforos y le puso encima un pañuelo, con la mala fortuna de que al empujarle el pañuelo contra la boca con la empuñadura del puñal, Francisco se tragó la caja y la tela, muriendo por asfixia.
Los asaltantes asustados se dieron a la fuga y a los gritos de socorro de Antonio acudieron los serenos, vecinos y el alcalde, Francisco Herrera Burgos, que vivía en una casa próxima. Comenzaron a registrar la casa y en la habitación de la hermana, la encontraron maniatada junto a la criada y vigiladas por uno de los bandidos que no pudo escapar aunque presentó alguna resistencia a su detención.
El detenido confesó llamarte Antonio Narváez Robles y afirmaba que en el asalto a la casa lo acompañaban otros tres hombres, designando como uno de ellos a José Terrón. Por el alcalde se dictó rápidamente orden de busca y captura, pero no lo pudieron encontrar.
A los 44 días de cometido el asalto y asesinato se presentó Terrón Cortes ante el juez de Motril, manifestando que sabía que la Guardia Civil le buscaba, pero que no se había podido presentar antes porque había estado enfermo en la casa de su familia, negando que había estado escondido en diversos cortijos y que le acompañaba Juan Dorado, otros de los participantes en el asesinato, a pesar de que había bastantes testigos que afirmaban haberlo visto por la zona de los Tablones y Garnatilla. Cortes fue detenido por orden de juez y encerrado en la cárcel motrileña en espera de juicio.
Pero en diciembre de 1873 se produjo una fuga de 50 presos de la cárcel entre los cuales de encontraban Terrón y Dorado, que se echaron al monte con otros delincuentes y vivir de frecuentes y violentos asaltos, raptos y extorsiones; enviado a muchos propietarios misivas con amenazas de secuestros si no pagaban determinadas cantidades. Terrón y su cuadrilla de bandoleros tenían aterrorizados a los ricos motrileños. Parece que tras una delación, Terrón fue detenido en el cortijo del Lobo en 1874 por una escuadra de la Guardia Civil comandada por el sargento segundo Pablo Fernández Rondón y enviado de nuevo a la cárcel.
El juicio se celebró en nuestra ciudad mayo de 1874, condenando a Terrón y Narváez, el cuarto bandido no se pudo detener, a la pena de muerte por asesinato en primer grado con premeditación, alevosía y nocturnidad de Francisco Real y a Terrón, además, por ser el autor de la muerte de Juan Dorado, supuesto delator.
A la vista de la causa acudió mucha gente que invadía la sala del juico, pasillos y escaleras del juzgado, teniéndose que poner vigilantes en las puertas. El reo mantuvo durante el juicio una actitud arrogante y amenazó en repetidas ocasiones con vengarse de todos, acusadores y testigos, y se le creía capaz de cumplir sus amenazas causando un temor general en la ciudad. La sentencia fue confirmada por la Audiencia Provincial el 26 de abril de 1875 y fue escuchada por Terrón con una extraña insolencia.
La defensa interpuso un recurso de casación ante el Tribunal Supremo y mientras resolvía se trasladó al preso a la Cárcel Alta de Granada. En enero de 1875 el Supremo confirmaba la sentencia  a muerte.
Pero el 12 de septiembre de ese mismo año José Terrón se fugaba de la cárcel. Los carceleros se encontraron la puerta arrancada, la celda vacía y tres barrotes de hierro de una ventana que daba a la calle quitados y descolgándose con una cuerda casi en las mismas narices de la guardia, logró llegar a la calle y escapar. Algunos pensaban que era imposible que un hombre tan corpulento como el preso pudiese pasar por el hueco dejado en la ventana al quitar los barrotes.
 
 
 
José Terrón Cortes, en la carcel de Granada. 1875
 
 
El día 14 se recibe un telegrama en Motril avisando de la fuga de José Terrón, donde era muy temido por su ferocidad y deseo de venganza. En esas fechas no había Guardia Civil en el pueblo y se vio al bandolero pasear en las horas del día por las calles más principales y en cuanto oscurecía, se cerraban todas las puertas y nadie se atrevía salir a la calle. La ciudad parecía un cementerio.
A partir de este momento casi toda prensa provincial y nacional se hizo eco de las andanzas del bandido. Terrón se convertía así en un célebre bandolero cuyo nombre empezó a ser conocido  por todos los rincones de nuestro país. Incluso el capitán general del distrito de Granada llegó a Motril para tranquilizar al vecindario muy alarmado por su fuga.
El 2 de octubre le salió al paso de un hacendado motrileño que iba hacia sus fincas, reclamándole el dinero que llevase encima. Este le dio los 40 reales que tenía, despreciándolos el bandido y le exigió la promesa de que le enviaría una suma importante. El asaltado era padre de una persona muy conocida en Madrid y rápidamente huyó de Motril. Dos días después se presentó en la Fonda del Mar de Calahonda pidiendo al anteojo de larga vista, pero no se lo llevó porque tenía la lente rota. Después pidió dos onzas de oro y afirmó que se vería obligado matar a alguien para conseguir que se le diese la cantidad necesaria que necesitaba reunir para poder irse de Motril.
Para mediados de octubre Terrón seguía por los alrededores de la ciudad, burlando la persecución de las autoridades y obligando a muchos de los vecinos acomodados a irse de Motril, temerosos de que pudiesen ser asaltados o secuestrados.
El Juez de Secuestros del juzgado de Archidona encargado del caso, José Melero, dirige una carta a primeros de octubre a los mayores contribuyentes y fabricantes de azúcar de la ciudad,   avisándoles que Terrón y su partida estaba por la zona que era muy audaz y osado, pidiéndoles que adoptasen las mayores precauciones respecto a sus personas e intereses, estableciendo una guardia armada durante las 24 horas del día en sus casas y fábricas para evitar secuestros o venganzas.
Por su parte el alcalde de la ciudad, ahora Francisco de Paula Ortega y Carmona, publicó un bando haciendo saber a todos los vecinos de la localidad que era necesario que le prestasen ayuda  para detener a José Cortes y a sus compinches Francisco Bermúdez y Antonio Ruiz Díaz, alias el Carrero, y dictaba las siguientes disposiciones:
1º Se formarían grupos de 5 hombres que recorrerían el término de Motril dos veces a día, dando la novedad todas las noches. Si faltaban a la verdad serían considerados cómplices.
2º Los que intentasen eludir el compromiso o faltasen a sus deberes de ayuda a la autoridad, serian puestos a disposición de la misma y acusados de cómplices.
3º Las confidencias sobre el paradero de los delincuentes  serían recompensadas.
4º Los padres o hermanos que detuviesen a alguno de los criminales o que con sus confidencias ayudasen a su captura, si tuviesen algún hijo en el servicio militar  este le sería redimido.
5º. El prófugo o desertor del Ejército que presentare o diere confidencia segura del lugar donde se ocultan los criminales, facilitando así su captura, les seria indultada la pena y se les facilitaría una cantidad para su redención
6º. A los vecinos que ocultasen o no diesen conocimiento de los criminales o no adoptasen medidas para librarse de sus acechanzas y dejasen de contribuir así a su persecución, se les exigirían responsabilidades.
Por fin el 19 de octubre de 1875 se da la noticia de la captura de Terrón y el resto de su gavilla en los montes de Sierra Lujar por el juez Melero, el alcalde de Lujar, Antonio Manuel Estévez, y una partida de vecinos armados del cercano pueblo. Entregado a la Guardia Civil al día siguiente para su traslado a Motril, en el paraje conocido como el “Molino del Sol” uno de los guardias que los custodiaban lo mató aplicándole la tan conocida ley de fugas.
El 20 de octubre de 1875 el cadáver de José Terrón Cortes, era expuesto públicamente en la actual Plaza de España para conocimiento de todos los vecinos de la ciudad.
Por último, el 2 de noviembre de ese año, el Ayuntamiento de Motril reunido en pleno disponía:
1º. Darle las gracias a la autoridad militar, Sr. Moltó, que acordó la persecución de Terrón; al comandante militar coronel Nicolás G. Rubí, al Juez de Secuestros Francisco Melero y a la Guardia Civil.
2º. Repartir entre los vecinos de Lujar 30.000 reales por la ayuda prestada para la captura de Terrón y su cuadrilla.
3º 6.000 reales para el hijo del guardia civil que más se hubiese distinguido en la captura de Terrón para que estudie la carrera que quisiere.
4º Organizar un servicio de guarda o policía del partido de Motril que haga imposible la permanencia de bandidos en la sierra de Lujar
Con estos acuerdos, aprobados por unanimidad, se cerraba definitivamente el último capítulo de la rocambolesca historia de José Terrón Cortes, el último y más célebre de los bandoleros de Motril.

  DATOS SOBRE EL SEXENIO REVOLUCIONARIO Y LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE MOTRIL QUE NUNCA EXISTIÓ EN 1873                              ...