LA REPÚBLICA QUE NUNCA EXISTIÓ. MOTRIL EN ÉPOCA DE LA REVOLUCIÓN CANTONAL DE 1873
Manuel Domínguez García
Public. Rev. El Faro. 24, noviembre 2014
El proceso comenzó en Cádiz el 18 de septiembre de 1868 con la sublevación de la flota al mando del almirante Topete, pronunciamiento en el que, además estaban implicados, entre otros, los generales Prim, Serrano, Dulce y los políticos progresistas Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla. Al día siguiente se leyó un manifiesto en el que se justificaba el golpe de estado y que terminaba con el célebre grito ¡Viva España con honra!
En los siguientes días el alzamiento se fue extendiendo desde Andalucía por el resto del país y el 28 de septiembre las tropas fieles a Isabel II fueron derrotadas en la batalla de Alcolea, con lo que la reina tuvo que abandonar el país exiliándose a Paris.
Esta revolución, llamada “La Gloriosa”, inaugura en España el “Sexenio Democrático”, intentándose crear en esos seis años un nuevo sistema político. Inicialmente el general Serrano es nombrado Regente, mientras se elaboraba una nueva constitución y se buscaba un nuevo rey, triunfando la tesis de Prim e instaurándose una monarquía de nuevo cuño en la persona del Amadeo de Saboya en 1871.
Mas este nuevo experimento político no duró mucho tiempo y por diversas razones, la más importante el asesinato del general Prim, su principal valedor, Amadeo I abdicó en febrero de 1873 y la República iba a irrumpir con fuerza en la Historia de España.
Así el 11 de febrero de este año de 1873 el Congreso y el Senado constituidos como Asamblea Nacional aprobaban por mayoría la siguiente proposición: “La Asamblea Nacional resume todos los poderes y declara como forma de gobierno de la Nación la República”, pero sin definir si se trataba de un sistema unitario o federal, que quedaría a posterior decisión de las Cortes Constituyentes.
La I República Española fue un ensayo más en un siglo donde predominaron en nuestro país una serie de tentativas políticas con las que se intentaba remediar una situación secular de deterioro socio-económico y político y su historia es el testimonio del fracaso de la federación desde el Estado.
El pueblo español creía poder encontrar la felicidad social en el Estado Federal, pero la tendencia descentralizadora de los regionalismos periféricos, las aspiraciones del naciente Movimiento Obrero y los ideales democráticos de la burguesía de agitación; sintieron un enorme desencanto al ver como la República no respondía con la rapidez suficiente a sus pretensiones y la conciencia de la federación desde abajo condujo, en el verano de 1973, al movimiento revolucionario cantonalista que se propagó con rapidez por muchas regiones españolas formando comités de Salud Pública en muchas ciudades y pueblos. De nuevo el fenómeno del “Juntismo”, tan típico en este país desde la Guerra de la Independencia hasta la Guerra Civil y que aparecía cada vez que el poder del Estado se debilitaba.
El cantonalismo, cuyo objetivo era el establecer una serie de ciudades y pueblos independientes que se federarían libremente, surge de la pequeña burguesía y tuvo mucha influencia en el primer movimiento obrero, apareciendo cantones en Cartagena, Valencia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Salamanca, Jaén y Granada, entre otros muchas ciudades y pueblos de España.
Fue el cantón granadino declarado el 20 de julio el que, por su cercanía y rápida comunicación, ejerció más influencia sobre lo que ocurre en Motril en esas fechas.
En nuestra ciudad desde la proclamación de la República el ambiente político era muy tenso, los políticos republicanos federales locales, intentaban conseguir la destitución del Ayuntamiento y la dimisión del alcalde Francisco Hernández Martín. En menos de un año se había disuelto y vuelto reponer el Ayuntamiento en tres ocasiones. A mediados de febrero los republicanos avisaron al alcalde que si no abandonaba el Ayuntamiento “correrían arroyos de sangre” en Motril. El alcalde que al parecer no tenía mucho interés en conservar el cargo, pero que tampoco quería abandonarlo por la presión de las turbas, comunicó al gobernador de la provincia lo que ocurría, manifestándole la adhesión del Ayuntamiento a la República y enviándole su dimisión provisional en el caso que no tuviese las fuerzas de orden público suficientes para mantener el orden.
Con esto se calmaron un poco los rebeldes federales, pero el 17 de febrero, temiendo que al final el gobernador dictase una resolución contraria a sus peticiones se reunieron de madrugada en la Plaza Mayor, hoy de España, y solicitaron al alcalde que entregara inmediatamente el cargo y las llaves de la Casa Consistorial para constituir un nuevo Ayuntamiento. El alcalde se negó y refugiándose en la Casa Capitular con 40 o 50 partidarios, aguardó el ataque de sus enemigos. El asalto no se hizo esperar y unos 200 hombres pusieron sitio al Ayuntamiento y rompieron fuego, contestando los del interior de la casa a los que les disparaban desde la plaza, las casas de enfrente y desde la torre de la Iglesia Mayor. Las campanas tocaron a rebato y el tiroteo se generalizó durante cinco largas horas. Al cabo de ese tiempo llega a Motril la orden del gobernador civil nombrado alcalde al promovedor del motín y dejando en sus manos la decisión de designar concejales. Los encerrados obedecen la orden y se acaba la batalla con el resultado de un muerto, tres heridos graves y 17 leves.
La situación política en Motril es más tranquila en los siguientes meses e incluso es repuesto como alcalde Francisco Hernández, pero a mediados de julio llegan a la ciudad las noticias del levantamiento cantonal y el día 12 de julio de nuevo se suceden disturbios promovidos por los republicanos cantonalistas y miembros de la Sociedad Obrera Motrileña, afiliada a la anarquista Asociación Internacional del Trabajo desde 1871. Hay tiroteos y enfrentamientos por las calles. Se vivía en constante estado de excitación política y desde el día 20 de julio se sucedían manifestaciones a favor de imitar el ejemplo cantonalista de Granada.
Durante todo el día 21 el número de gentes que llegaban a la plaza del Ayuntamiento pidiendo la disolución de la Municipalidad aumentaba considerablemente y ante la situación cada vez más insostenible y con unas fuerzas de orden público desintegradas, el Ayuntamiento, autoridades, mayores contribuyentes y los jefes de las dos compañías de Voluntarios para la Libertad, se constituyen en la Casa Capitular en Junta Permanente de Orden Público cuya operatividad fue nula desde el mismo momento de su creación, ya que no contaban con fuerzas suficientes para oponerse a los revolucionarios.
El día 22 esta Junta, presidida por el cuarto teniente de alcalde Juan Montero Bonachera, se reúne en el Salón de Plenos del Ayuntamiento con el objeto de hacer presente la gravedad de las circunstancias que se estaban dando en Motril, la incomunicación con Madrid y el estado de excitación que había en el pueblo, para que, entre todos los reunidos, se decidiese el medio más prudente para evitar la alteración del orden público y las nefastas consecuencias que ello pudiese acarrear.
Los capitanes de las Compañías de Voluntarios, Ruperto Vidaurreta y Francisco Trujillo, dijeron que ellos estaban dispuestos a mantener el orden del lado de la Autoridad, pero que no podían responder de los voluntarios, ya que casi la mitad de los miembros de las dos compañías habían hecho pacto común con las aspiraciones del pueblo que pedía el reconocimiento del cantón granadino y la creación en Motril de un Comité de Salud Pública.
En este momento la sesión fue interrumpida por haberse agolpado a las puertas del salón mucha gente exigiendo en el nombre del pueblo reunido en la plaza, la destitución del Ayuntamiento y la creación del citado Comité que se adhiriese al movimiento cantonal.
Como las autoridades reunidas no disponían de fuerzas para desalojar la sala, tuvieron que aceptar sus pretensiones y les pidieron que, de buen grado, abandonaran el salón para poder deliberar sobre las peticiones formuladas, lo que consiguieron con bastante esfuerzo.
Abierta de nuevo la sesión, los mayores contribuyentes opinaron que debido que no tenían medios para oponerse al movimiento cantonalista y con el fin de evitar males mayores, se formase el mencionado Comité de Salud Pública pero que cuyo cometido se redujese a garantizar el orden, armonizar los intereses de los reunidos y contemporizar con los cantonalistas. Se pensó que los dos capitanes de las Compañías de Voluntarios podrían integrar el Comité. Vidaurreta y Trujillo no quisieron aceptar, porque temían que se les supusiera una actitud hostil al Gobierno de la Nación, cuando ellos eran totalmente afectos a las decisiones de la Asamblea Nacional de Madrid. Al final se les convenció de que era de todo punto necesario para evitar los males que se podrían producir y que todos los reunidos, sin distinción de colores políticos, los apoyarían. Los dos capitanes vencieron sus temores y aceptaron, pero con la condición de que su permanencia en el Comité sería hasta que se restableciesen las comunicaciones con Madrid y cesaran las circunstancias por las cuales se creaba el Comité de Salud Pública.
La Corporación Municipal se negó a dimitir y afirmaron que se opondrían con todas sus fuerzas a los cantonalistas, solicitando la ayuda de los allí reunidos. Estos les respondieron que, aunque ellos estaban siempre al lado del Gobierno de la Nación, se trataba ahora de evitar el enfrentamiento y que por eso creían que era conveniente la formación del Comité.
Los miembros del Ayuntamiento, consintieron la situación y se retiraron, no sin protestar por el acuerdo tomado.
Así quedaba constituido el Comité de Salud Pública de Motril, pero su duración fue muy breve, ya que el 25 de julio restablecidas las comunicaciones con Madrid y sabiendo que seguían funcionando la Asamblea Constituyente y el Gobierno de la Nación, cuyos poderes acataban, se disolvía el Comité y el Ayuntamiento suspendido volvía a ocupar su puesto.
Reunidos ese día los miembros del Ayuntamiento y los mayores contribuyentes en el Salón de Plenos, bajo la presidencia de Francisco de Paula Decó, manifestaban su disposición a mantener el orden y a rechazar por la fuerza cualquier situación contraria a los mandatos del Gobierno de España y frente a la situación de insurrección cantonal. Los mayores contribuyentes pidieron que se consignara en acta el agradecimiento a los miembros del Comité dimisionario por el acierto con que actuaron durante su corto mandato no perjudicando en lo más mínimo a nadie.
Así concluía este episodio de la historia de Motril. En ningún momento de estos días, nuestra ciudad se declaró como cantón, ni hubo en ningún momento una república independiente, ni Vidaurreta ni Trujillo fueron presidentes de ninguna republica motrileña. Ni fue un movimiento contra el “secular abandono de la ciudad por Madrid”. No hay bases documentales para tales afirmaciones. Sí que hubo alteraciones y manifestaciones públicas a favor del cantonalismo, pero la estratagema urdida por los mayores contribuyentes al crear un Comité de Salud Pública vinculado falsa y ficticiamente al cantonalismo, impidió que el movimiento cantonal tuviese éxito en la ciudad. Todo fue una treta perfectamente tramada por la burguesía conservadora motrileña que sirvió para controlar y poner fin rápidamente a la insurrección.
La “República Independiente de Motril” nunca existió en época de la Revolución Cantonal. El origen de esta frase está en el casticismo socarrón de algunos motrileños de las elites culturales y sociales de los años 40 y 50 del siglo XX y que tuvo un enorme éxito de difusión y calado, en ese intento añejo de diferenciarnos de “esa mala madre”, que siempre entendimos, o nos hicieron creer, con más o menos razón, que era Granada capital.