MARTÍNEZ DE RODA CONTRA DÍAZ MOREU. LAS LUCHAS DE PODER EN EL MOTRIL DE 1893

MARTÍNEZ DE RODA CONTRA DÍAZ MOREU. LAS LUCHAS DE PODER EN EL MOTRIL DE 1893

 

                                                                                Manuel Domínguez García

 

A lo largo del siglo XIX se da un proceso de polarización política de la vida  nacional y local entre la burguesía conservadora y progresista y nuestra ciudad no es ajena a este enfrentamiento entre las oligarquías locales que producen numerosos episodios de conflictividad por la lucha por el poder y el manteniendo de los lazos clientelares entre las principales familias motrileñas de la época, que aspiran no solo a hacerse con el poder en el Ayuntamiento sino, también, a colocar a algunos de sus miembros en  el Congreso o en Senado y como el manejo de los recursos depende a menudo del control político de las instituciones estatales y municipales, no resulta extraño que se formen distintas clientelas en competencia, identificadas con etiquetas partidistas, interesadas cada una de ellas en apropiarse de los puestos y prebendas del poder en Motril. El conflicto establecido entre estas clientelas puede encubrir también, en ciertos contextos, rivalidades familiares y económicas, pero se establece en términos netamente políticos.

En la época de la Restauración a partir de 1876, el reparto de poder entre las clientelas que formaban los partidos que se turnaban en el Gobierno evitaba, seguramente, muchos conflictos El turno pacífico establecido entre los liberales y los conservadores, era un pacto consciente para distribuir de manera ordenada los recursos públicos entre la oligarquía, un pacto que se repetía también a nivel provincial y local.

Pero en la práctica el turno pacifico entre partidos conllevaba evidentemente manejos caciquiles potencialmente conflictivos y que comportaba la introducción de la lucha política en pueblos y ciudades, exacerbando los ánimos y provocando el uso de la violencia en el seno de sociedades que de otro modo hubieran permanecido pacíficas, como pasaba en Motril donde nos encontramos en el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX, con duros enfrentamientos entre las familias más poderosas que se agravan en cada episodio electoral.

Para el 5 de marzo de 1893 el Gobierno había convocado elecciones al Congreso y en nuestra ciudad se presentaban tres candidatos: el abogado Antonio Diaz Domínguez y el rico terrateniente José Martínez de Roda, a quien se le otorgaría en 1895 el título de marqués de Vistabella, por el Partido Conservador y por el Partido Liberal Fusionista el teniente de navío Emilio Diaz Moreu, miembro de otra de las familias más poderosas de la localidad. La batalla para conseguir el cargo no se hizo esperar y el enfrentamiento entre los amigos políticos de Martínez de Roda y Diaz Moreu fue feroz, mientras que Diaz Domínguez se mantuvo al margen de un conflicto de intereses que llegó a ocupar páginas en la prensa provincial y nacional. 

  Emilio Díaz Moreu

El día 7 de febrero de 1893 los partidarios de Diaz Moreu, que era el candidato apoyado por el Gobierno de Madrid, consiguen del gobernador civil de la provincia que destituya al alcalde de la ciudad y en su lugar nombre al amigo político de Moreu, Carlos Aizpiolea y Vélez. Aizpiolea tomó posesión ese mismo día ante la oposición y protesta del resto de los concejales, todos conservadores y partidarios de Martínez de Roda, quienes argumentaban que el nuevo alcalde tenía 82 años, estaba enfermo y que fue juez municipal, pero había sido condenado por la Audiencia Provincial a inhabilitación para todo cargo púbico por apropiación indebida de caudales públicos. Era importante conseguir la Alcaldía porque era esta institución municipal la que controlaba el censo electoral.

Lo primero que hace Aizpiolea es negarse a convocar sesiones del Pleno del Ayuntamiento, cesar a los empleados públicos contrarios a Moreu, despedir los policías municipales y contratar a 14 nuevos agentes de entre ellos algunos procesados por delito comunes y liberados de presidio, en realidad matones al servicio del candidato liberal. Por último, decide cerrar la Casa Consistorial y llevarse la alcaldía a su domicilio, exigiéndole la dimisión al secretario del Ayuntamiento, Joaquín Sierra y Rebollar, pidiéndole las listas del censo electoral que este custodiaba.

En la mañana del día 10, como el secretario se negaba a lo demando, el alcalde ordenó al jefe y subjefe de la Policía que lo acompañaran hasta su casa y lo mantuviese recluido en ella hasta que no entregase las listas. Aquí las versiones varían. Unos afirmaban que, cuando llegaban a la casa del secretario, desde un grupo apostado cerca de la vivienda les dispararon teniéndose que refugiar rápidamente en el interior del domicilio. Otros decían que los policías habían secuestrado al funcionario público para arrancarle a la fuerza la dimisión del cargo. Los tenientes de alcalde conservadores telegrafiaron al ministro de Gracia y Justicia pidiéndole auxilio para solucionar la situación, comunicándole que la noche anterior numerosos grupos armados y autorizados por el alcalde, recorrieron las calles sembrado el pánico entre los vecinos.

  José Martínez de Roda

 Sobre las 4 de la tarde, tres tenientes de alcalde y un concejal, Antonio Trujillo, Granados, Bellido y Herrera; que habían tenido conocimiento de que el secretario estaba secuestrado, se dirigieron a la casa, siendo recibidos a tiros por los policías a pesar de que llevaban bien visible las insignias de ser concejales. Con ayuda de algunos vecinos descerrajaron la puerta, saliendo los policías huyendo por las ventanas.

En la plaza de la Constitución empezaron a formarse algunos grupos partidarios de uno u otro candidato y la situación se complicaba cada vez más. Ante un posible estallido de violencia el Juez de Instrucción, llamó a la Guardia Civil, presentándose un sargento y ocho guardias que consiguieron, no si esfuerzo, disolver los grupos y restablecer el orden.

La situación de enfrentamiento se mantuvo hasta el día 15 de febrero, cuando un numeroso contingente de la Guardia Civil mandado por un coronel tomó prácticamente la ciudad y desarmó a los policías municipales.

A las 8 de la tarde de ese día, se presentaron en la casa del alcalde el juez de Instrucción, el secretario del Ayuntamiento y los tenientes del alcalde conservadores, tomaron la casa hasta la 1 de la madrugada, incomunicando a Aizpiolea, registrándolo todo y quemando documentos, amenazándolo con procesarlo y meterlo en la cárcel si no dimitía.

A las 7 de la mañana del día 16, el alcalde llamaba al jefe de la Guardia Civil que rápidamente se personó en su domicilio y lo halló incomunicado, con la salud quebrantada y muy alterado por el episodio ocurrido. Pocos minutos falleció.

Acto seguido el gobernador nombró a Antonio Trujillo, primer teniente de alcalde conservador, como alcalde de la ciudad. La situación se normalizó por fin y el 5 de marzo se pudieron realizar las elecciones previstas, saliendo electo como diputado por Motril José Martínez de Roda, que poco después sería elegido senador por la Diputación Provincial en representación de la provincia de Granada.

Fue este un episodio más de las luchas por el poder de las clases dominantes motrileñas del siglo XIX. Algunos periódicos nacionales pidieron, por este suceso, que se suspendiera al pueblo de Motril de sus derechos electorales, pero en realidad, como afirmaban algunos periodistas de la época que conocían bien la situación política local, los motrileños no tenían culpa ninguna y asistían indefensos a los enfrentamientos entre los caciques locales y sus clientelas políticas, a los que Motril realmente les interesaba muy poco, únicamente para seguir explotando para sus intereses particulares la miseria de la mayoría de los habitantes de la ciudad y para completar su ambición de poder y prestigio con algún cargo político nacional.

 

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