(Dedicado al 200 Aniversario de la Constitución de
1812)
El 1 de enero de 1820 el general
Rafael del Riego se alzaba en Cabezas de San Juan por la restauración de la
Constitución de 1812, que había dejado sin efecto el rey Fernando VII, tras su
vuelta a España, después de finalizar al Guerra de Independencia en 1814.
Riego, liberal de pensamiento
político, arengaba a los amotinado diciendo: “Es de precisión para
que España se salve que el rey Nuestro Señor jure la Ley constitucional de
1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles.
¡Viva la Constitución!”.
Pero el
pronunciamiento quedó en sedición militar, tras la marcha de Riego por
Andalucía, donde solamente Grazalema le dio la bienvenida como libertador de la
opresión absolutista del monarca y la revolución parecía destinada a morir
cuando se produjeron levantamientos a favor de la Constitución en La Coruña, El
Ferrol y Vigo, extendiéndose en poco tiempo a Barcelona, Zaragoza y Pamplona.
El 7 de marzo
una gran multitud rodeaba el Palacio Real de Madrid y el rey, falto del apoyo
de Ejército, entrada la noche se resolvió a firmar un decreto, en el que
declaraba que, de acuerdo con “la
voluntad general del pueblo”, se había decidido a jurar la Constitución. El
día 10, el rey publica el “Manifiesto del rey a la Nación española” en
el que muestra su apoyo a dicha Constitución: “Marchemos francamente, y yo
el primero, por la senda constitucional”. Comenzaba así el Trienio Liberal.
Motril se unió
a los liberales en una fecha relativamente temprana, mediados del mes de
febrero de 1820, y desde ese momento los ayuntamientos de nuestra ciudad son
integrados por los personajes liberales más relevantes: Burgos, Vidaurreta,
Hernández Guerrero, Mantilla de los Ríos, Garvayo.
Conocemos muy
poco de la actuación de estos ayuntamientos liberales del Trienio ya no que no
se conservan las actas de los acuerdos del Concejo municipal, pero si que
conocemos que volvieron a ocupar puestos de relevancia política local, aquellos
hombres que habían sido perseguidos por sus ideas liberales o afrancesadas y
que instauraron en Motril los principios y libertades que recogía la
Constitución de 1812, muchos de ellos pertenecientes a la sociedad secreta de
corte masónico llamada “Torre de los
Comuneros de Motril”.
En la noche 19
agosto de este año y con motivo de juramento de la Constitución por el rey, se
quemó un magnifico castillo de fuegos artificiales y en la mañana del 20 se celebró
una solemne función religiosa en la Iglesia Mayor, cantándose la misa del
Españoleto, interpretada por una orquesta de aficionados. La homilía estuvo a
cargo del párroco de Almuñécar, que alentó a los motrileños al respeto a rey y
la obediencia a la Constitución. Tras terminar la misa, las tropas formadas en
la puerta de la iglesia, hicieron las tres descargas de reglamento y desfilaron
por la ciudad cantando himnos patrióticos. Por la tarde se torearon dos
novillos. Al atardecer del día 21 salieron dos comparsas, una a pie y otra a
caballo, que representaba las provincias y acompañaron por todo el pueblo a un carro alegórico al
triunfo de la Constitución, cantado himnos y coplas. Llegados a la plaza Mayor,
bailaron sobre un tablado varias danzas contrateatrales que repitieron por
varias calles. Por la noche se volvió a disparar un castillo pirotécnico, durando
la fiesta hasta el amanecer con un concurso de gentes como jamás se había visto
en Motril.
Todo parecía
augurar el triunfo definitivo del liberalismo en España, pero en realidad el
rey y los partidarios del modelo político absolutista, llamados “Serviles”, nunca dejaron de conspirar
para tratar de acabar con el experimento constitucionalista.
La existencia
en España de un gobierno liberal y progresista fue, desde primer momento,
motivo de interés para toda Europa. La revolución española de 1820 fue muy significativa
para la Europa de la Restauración, no por la originalidad de sus ideas, sino
porque era la primera fisura en la estructura política conservadora lograda en
el continente tras 1815, con lo que las monarquías absolutistas europeas,
firmantes de la Santa Alianza, se aprestaron a defenderse.
Su primera
intervención fue en el reino italiano de Nápoles, donde un ejército austriaco
sofocó la revolución liberal inspirada en la española, victoria absolutista que
implicaba que, antes o después, se tendría que intervenir en España, convertida
en el último bastión de la libertad.
A Motril llegó
la noticia de la rendición de Nápoles, por la aparición de un impreso en la
mañana del sábado 21 de enero de 1821 y donde se daba cuenta de que la Constitución
había sido abolida en ese estado italiano y que pronto caería en España,
tratando a los liberales motrileños de mentirosos e introduciendo el miedo a futuras
represiones de todos aquellos que apoyaron el constitucionalismo en la ciudad.
La respuesta
de los liberales no se hizo esperar y a los pocos días sale a la luz pública un
manifiesto impreso en Granada y que encabezado por la término “Motrileños”, explicaba que en Nápoles
centenares de hombre buenos y liberales habían sido fusilados por los
austriacos a la manera que los franceses lo habían hecho en 1808 con los
patriotas españoles, pero que la Constitución napolitana no había caído y que
la razón y la justicia asistían a los liberales de ese país.
Afirmaban, en el
manifiesto, que en España no se hundiría jamás el régimen constitucional y
opinaban que “va a propagarse en breve en
todos los estado de Europa, porque es imposible dejen de ceder los hombres en
la augusta lucha de la luz y las tinieblas”.
Se continuaba expresando
que la Constitución favorecía a la Religión y que los habitantes de Motril no debían
escuchar a los que les hablaban con el lenguaje de la mentira para “teneros siempre oprimidos y eslavizados”
y terminaba aseverando que los liberales no habían pasado a nadie a cuchillo ni
han ensangrentado sus manos, al contrario de lo que expresaba el pasquín del 21
de enero donde se anunciaba que, apenas que en España se derribe la Constitución,
“serán degollados todos los liberales y
constitucionales de Motril”
No pasarían
dos años cuando, en el Congreso de Verona, las potencias europeas decidían que
un ejército francés invadiese España para ayudar a Fernando VII a restaurar el absolutismo.
El 7 de abril de 1823 un ejército expedicionario llamado los “Cien Mil Hijos de San Luis” entraba en
nuestro país y derrotaba en seis meses al gobierno liberal.
Las libertades
constitucionales dejarían de existir para inaugurar un periodo tristemente
famoso en nuestra historia, conocido con un nombre que todo los dice “La Década Ominosa”.
Riego seria
fusilado y decapitado en Madrid y los liberales motrileños, máximos exponentes
de las libertades civiles en nuestra ciudad, encarcelados o tuvieron que
exiliarse fuera de España; pero no así Diego María de Burgos que, a pesar de
haber sido alcalde constitucional, organizó en pocos días junto a otros
ultraabsolutistas locales, prelados de los conventos e Iglesia Mayor, antiguos
regidores perpetuos y terratenientes, una junta provisional llamada de
Seguridad Pública con la que se mantuvo el orden público, persiguiendo a todos
aquellos que de alguna manera habían colaborado, en Motril, con el régimen
constitucional.
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